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LA VIVIENDA CAMPESINA
La vivienda campesina tenía una estructura sencilla, siendo el hacinamiento un problema habitual. En las dehesas boyales de Villafranca está documentada la asistencia de chozos, donde habitaban pastores y ‘’gañanes’’. Los chozos de pastores son estructuras de orígenes remotos. Habitualmente presentan planta circular y muros de mampostería, con cubierta vegetal o falsa bóveda de piedra, sin compartimentación interna. En la vitrina puede observar objetos propios del pastor, como los cinchos para elaborar quesos, o los cuencos y cucharas de madera tallada, en lo que proyectaba su imaginación.
LA DIETA CAMPESINA
La base de la parca dieta campesina era el pan. La cocina tradicional, como las migas, recuerda su importancia. Para subvenir las necesidades alimentarias de los más desfavorecidos, el pueblo contaba con un pósito o almacén de trigo. Legumbres, hortalizas, alguna fruta de huerta y queso, complementaban una dieta en que la carne era escasa. El agua, de mala calidad por proceder de fuentes próximas al Tripero, era causa constante de problemas de salud.
LA MATANZA
La escasa carne que consumía el campesino, procedía casi en su totalidad del cerdo. Los vecinos alimentaban sus cerdos en los cortinales, tierras comunales que rodeaban la población. Cuando en el siglo XIX estas tierras fueron desamortizadas, se hizo habitual contar con alguna pocilga en casa. La matanza del cerdo constituía un acontecimiento familiar. Los hombres solían encargarse del sacrificio y despiece del animal. Las mujeres, con ayuda de máquinas como la picadora, elaboraban los diferentes productos. Para la curación de los mismos se solían emplear los doblados, cámaras de aislamiento situadas en los tejados.
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EL TRABAJO EN EL CAMPO
Las condiciones laborales eran impuestas por la oligarquía a través del control que ejercía sobre el Concejo. Cobrar más sueldo del estipulado o buscar trabajo fuera del pueblo, en los siglos XVII y XVIII, acarreaba multas y penas de cárcel. En el siglo XIX, debido al crecimiento de la población, la oferta de empleo en el campo era insuficiente. Además, con la incipiente mecanización, el paro agrícola se convirtió en un problema crónico que las autoridades trataban de paliar fomentando obras en camino y carreteras.
LA VIDA COTIDIANA
La violencia estaba muy presente en la vida cotidiana. En el siglo XVIII para evitar altercados nocturnos se fijaban toques de queda. El juego de naipes, el vino, el aguardiente y el tabaco eran aficiones muy extendidas, pero bajo estricta vigilancia. El servicio militar era un deber de todo ciudadano que las clases sociales pudientes eludían con el pago de tasas elevadas. Por ello este servicio era conocido como ‘’tributo de sangre’’. La religión estaba muy arraigada y vinculada a las ermitas, como La Coronada.
En esta sociedad, las mujeres eran pieza clave para el sustento del hogar. En el siglo XIX protagonizaron diversos conatos de motín debido al impuesto de consumos, que encarecía los alimentos. El carácter patriarcal de la sociedad imponía una estricta moral a las mujeres que, por ejemplo, prohibía que fueran acompañadas por hombres a fuentes y lavaderos. Sin embargo, debido a la miseria, la prostitución era una actividad frecuente.